"Dice el Sabio: la gente vive para comer y yo como para vivir".
Hace
625 años vivió en la ciudad de Granada un médico al que los
historiadores de la medicina han otorgado el título de último de los
grandes médicos de Occidente. Este hombre, llamado M. b. Abdullah b.
al-Jatib (1313-1374), poseía amplios y profundos conocimientos de los
que pudo beneficiarse toda la población de Granada cuando fue asolada
por la peste en el año 1349. Contribuyó en gran medida a vencer dicha
epidemia explicando detalladamente el mecanismo de contagio.
Era médico personal del sultán y considerado como "hakim",
es decir, maestro y sabio por excelencia, calificativo que la cultura
árabe da a las personas que conjugan su dominio de la práctica
terapéutica con el de otros campos del saber. El hakim
constituye, dentro de la tradición árabe, una figura similar a la del
nuevo hombre multidisciplinar del Renacimiento que, por estas fechas,
aún está por aparecer en el ámbito europeo.
Gracias
a su formación sociológica y filosófica Ibn al-Jatib mantiene una
visión compleja del ser humano que le permite situarlo en esas
dimensiones sin dejar de atender a sus estrechas conexiones con la
naturaleza externa y con su propia condición interna. Él nos dejó en
herencia un tratado que sorprende por su modernidad, el "Libro del
cuidado de la salud durante las estaciones del año", llamado también
"Libro de Higiene", en el que desarrolla de manera sistemática las
costumbres y el orden de vida que cada cual debe poner en práctica,
conforme a su constitución, para mantener una buena salud o recuperarla
si la ha perdido. Es un tratado de medicina preventiva escrito de forma
clara y concisa, cuyas directrices avalan las ideas que la medicina
integral ha recuperado y puesto de moda hoy en día. Citamos a
continuación un párrafo del libro en el que se puede ver su
intencionalidad y apreciar su estilo:
"Lo
he ordenado de la manera más manejable para el lector, con el fin de
que pueda disfrutar de las maravillas y secretos de la naturaleza, pueda
conocer las fuerzas e influencias de las causas remotas, procure la
conservación de la salud según las cuatro estaciones del año y los
diferentes tiempos, se deje aconsejar de la sabiduría del Misericordioso
y su lectura establezca el régimen del cuerpo que le aconsejará como el
criterio de un amigo, para que no necesite de la ayuda del médico."
La
obra, que es el prototipo de los manuales de medicina vigentes en esa
época, se compone de dos partes complementarias, pero que pueden
abordarse de manera independiente. En la primera parte nuestro autor
estudia de forma exhaustiva las causas de las estaciones y su naturaleza
intrínseca, además de los componentes fisiológicos del cuerpo humano.
Por otro lado se detiene con detalle en las cosas que no pertenecen al
cuerpo, lo que llama las seis "cosas no naturales" pero que resultan
imprescindibles para la vida y cuyo control está, sin embargo, en
nuestras manos, es decir cosas que podemos manipular (al menos hasta
cierto punto) para condicionar su influjo en nuestro bienestar. Tales
cosas externas y necesarias son: el aire, el alimento, la evacuación, el
sueño y la vigilia, el movimiento y el reposo y el movimiento anímico.
La
segunda parte es de carácter práctico y en ella se indica el régimen
más apropiado para cada una de las estaciones, atendiendo a la
complexión individual. La dietética, es decir la sabia disposición de
todos los factores que acabamos de enumerar, constituye el fundamento de
la prevención de la salud y la base del tratamiento -o todo el
tratamiento- cuando la salud se ha alterado.
De
entre las seis "cosas no naturales" Ibn al-Jatib hace hincapié especial
en dos de ellas, construyendo con ambas un eje central sobre el que se
articula su concepción: el alimento y el movimiento.
Una
observación detallada le lleva a concluir que los pájaros y las fieras
enferman raramente y que ello se debe a la combinación de estos dos
factores:
1. No comen en exceso.
2. Se mueven mucho en su hábitat natural.
Aquí
tenemos unos criterios sencillos y de validez universal a los que
conviene acomodar nuestra conducta si queremos preservar la salud.
El
hombre, al igual que los animales, se alimenta y transforma lo que come
en energía para desarrollarse y actuar. Es obvio que el alimento es una
necesidad cuya función consiste en sustituir las partes del cuerpo que
se desintegran y disuelven a consecuencia de su actividad, de donde se
infiere que el alimento idóneo para compensar la pérdida de lo que se ha
disuelto debe ser afín a la propia naturaleza del cuerpo.
Las
especies animales están dotadas de un instinto que les permite
distinguir mediante la vista y el olfato, los alimentos que les son
beneficiosos o dañinos. El ser humano carece de este instinto, pero
posee un intelecto y una capacidad de observación y reflexión que le
sirve para aprender a seleccionar lo que le es favorable y desechar lo
que le resulta perjudicial, de tal modo que puede moler, cocinar y hacer
múltiples preparaciones para que el alimento le beneficie al máximo.
Para lograr este fin ha de nutrirse con carnes, féculas, semillas,
frutas y hortalizas, sustancias todas ellas que mejor se asimilan a su
naturaleza e impulsar una digestión óptima comiendo en calma, en las
horas frescas del día, cuidando de que la masticación sea perfecta y de
que los alimentos húmedos y laxantes entren en el cuerpo en primer
lugar.
No
obstante, tras cada digestión y evacuación queda un pequeño resto que
se va acumulando, ciertas secreciones que quedan adheridas a las células
y para cuya eliminación es necesario el ejercicio físico. Gracias al
calor que el ejercicio genera se disuelven tales acúmulos y el
movimiento que lo acompaña facilita la expulsión de las substancias ya
disueltas. En consecuencia, nada mejor que el ejercicio físico para
limpiar el organismo.
Enérgico
o suave, poco o mucho, cada persona ha de encontrar la cantidad y el
tipo de movimiento que conviene a su constitución. En cualquier caso, el
andar de forma moderada es el ejercicio más excelente y fácil y no
perjudica a nadie. Montar a caballo también es bueno, si alguien puede
hacerlo. No olvidemos que si un órgano hace mucho movimiento se
fortalece y que al caminar es el cuerpo entero el que participa por
igual, de modo que esa actividad beneficia simultáneamente a los
distintos miembros y órganos. Si se hace antes de dormir preserva la
salud y ayuda a conciliar el sueño.
Puesto
que estamos en el umbral del verano nos parece oportuno resumir las
consideraciones que para esta estación establece el gran médico
hispano-árabe.
Aire
Lo
primero a tener en cuenta es que el aire que respiramos rodea a nuestro
cuerpo y es para él como el agua para los peces. Por lo tanto, debe ser
lo más puro y suave posible, sin vapores y en continuo movimiento. Los
lugares estrechos situados cerca de pantanos, malezas o zonas de
desperdicio son nocivos.
Como
la estación veraniega es seca y cálida se debe procurar refrescar y
humedecer el ambiente y el cuerpo para contrarrestar su efecto. Para
conseguirlo hay que elegir lugares frescos y viviendas orientadas hacia
donde sople el aire frío. Rociar las casas con agua y procurar que reine
la penumbra para descansar.
El
baño es sin duda la manera más eficaz de refrescarse y será más
frecuente cuanto más intensa sea la estación, lo que hace muy
recomendable nadar en estanques o en el mar, así como dar paseos suaves
junto a los ríos o albercas.
El baño proporciona al cuerpo alegría y goce, por eso muchas personas cantan cuando se bañan.
Si los baños se toman en ayunas, adelgazan. Después de las comidas, engordan.
Los trajes más apropiados son los de algodón, lino, seda y otros géneros delgados.
Comida
Siempre
se aconseja reducir la cantidad de alimentos porque en el verano se
enfría el interior del cuerpo en contraste con el exterior y la
digestión se hace más difícil.
Por
otra parte, se puede refrescar la comida tomando sólo platos de
verduras propias de la temporada y sustituyendo las carnes por pescados
frescos a los que se acompañará con yogur, cuajada o queso tierno. Si se
toma carne mejor que sea ligera, de pollo o cordero joven, con pocas
especias.
Las especias son estupendos alimentos medicinales, pero el exceso de calidez no las hace aconsejables para esta época.
Es
preferible la fruta que refresca como peras, ciruelas, pepinos,
manzanas, melocotones, albaricoques, sandías y melones, pero siempre
cuidando de no excederse.
Conviene
aumentar el consumo de agrios como el limón, los vinagres y la fruta
verde. Si el estómago se inflama por haber tomado demasiado alimento
ligero, se puede corregir esta condición tomando sopas o platos
elaborados con masas.
Se tomarán pocos dulces y simples, de miel y almendras.
El pan es un alimento excelente si está hecho de trigo de calidad, sin impurezas y bien cocido.
Las gachas de leche en pequeña cantidad son también recomendables.
Bebida
Tomar agua fresca en cantidad moderada antes de comer.
Como
jarabes aromáticos se recomiendan el mosto o zumo de uva sin fermentar,
oximiel puro mezclado con agua caliente, zumo de limón con miel o
azúcar y granada amarga.
Nada se puede comparar al jugo de sandía con oximiel que es la mejor de las bebidas.
El oximiel es una composición que se prepara cociendo brevemente dos partes de miel y una de vinagre, si es posible de manzana.
Si se precisa un laxante tomar jarabe de ciruelas.
Aromas
Son
adecuados todos los perfumes equilibrados que contienen sustancias
refrescantes o esencias de flores como rosas, violetas y flores de
mirto. El agua de rosas es excelente.
Ejercicio
En
esta estación hay que rebajar la cantidad de deporte o ejercicio físico
y procurar hacerlo en los momentos mejores que son las primeras horas
de la mañana y las últimas de la tarde. Ya hemos mencionado nadar y
pasear como lo más apropiado.
Otras actividades
El
coito se incluye dentro del apartado de la evacuación y se hace una
relación de sus efectos saludables que son: dar vitalidad al espíritu,
calmar la cólera, aligerar la pesadez de cabeza, restablecer el
pensamiento que el exceso de vapores ha alterado y sosegar la pasión
oculta.
Por
el contrario, no se aconseja efectuarlo cuando se está triste así como
cuando el cuerpo está muy debilitado o convaleciente de alguna
enfermedad.
Durante
el verano se recomienda practicar el coito en momentos tranquilos y
equilibrados, con los humores en calma, así como dormir algo más de lo
habitual.
En
cuanto a tertulias y conversaciones se deben evitar aquellas que
alteran demasiado el ánimo y provocan desorden interno porque dan lugar a
un aumento exagerado del calor. En cambio los temas literarios o de
viajes y las charlas intranscendentes refrescan y relajan.
Las melodías graves, el batir de palmas, el murmullo del agua y de los árboles constituyen la mejor música.
Además
de estas normas generales cada individuo ha de tener en cuenta su
complexión interna, saber reconocer la forma de ser propia de su
organismo y acostumbrarse a respetar sus peculiaridades, ya que ni el
verano ni ningún otro factor ejerce una influencia idéntica sobre todas
las personas, siempre se presentan variantes particulares que es
necesario tener en consideración. A este respecto recuerda Ibn al-Jatib
que el hábito llega a constituir en nosotros una segunda naturaleza.
Estas
consideraciones dietéticas van encaminadas a promover el máximo
bienestar y armonía de la persona y confiamos en que sean claras y
útiles para lograr tal propósito de perfeccionamiento.
Bibliografía
IBN
AL-JATIB, Libro del cuidado de la salud durante las estaciones del año o
"Libro de Higiene". Edición, estudio y traducción de María de la
Concepción Vázquez de Benito. Universidad de Salamanca 1984.
LAIN ENTRALGO P., Historia de la Medicina, Barcelona 1978.
Este texto fue firmado por Sabora Uribe como Umm Hanif
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