"He
aqui, un blog que leí en al menos 1 semana, y ya contesta ampliamente
una de las interrogantes que se han presentado en mi vida desde hace mucho tiempo, y fue, ¿Como
los Griegos siendo una cultura tan Rica en costumbres y tradiciones,
cayeron vajo el poder Romano?.
Un
amigo residente de la peninsula Iberica, creo este Blog, "http://greciafrentearoma.blogspot.com" el cual
encontre una de las descripciónes mas detalladas en la internet, donde
se relatan de la mano de Historiadores y Escritores Griegos como fue la
Ocupación Romana en no mas de 2 siglos.
Desde ya le doy el merito por tan exelente Trabajo".
Sr. Viveros
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La liga o confederación de ciudades, la sympoliteia, era una institución política muy antigua en el mundo helénico. Para los griegos cada ciudad, la polis,
era totalmente independiente y soberana. Pero también existían lazos
culturales, religiosos o étnicos que las hermanaban entre sí. Eso dio
lugar al establecimiento de instituciones comunes, aunque se aceptaba de
forma universal la plena soberanía de las ciudades, que establecían
entre sí relaciones diplomáticas y alianzas a la manera de los estados
modernos.
Esta situación cambió radicalmente con la irrupción de
los macedonios. Desde 338, tras la batalla de Queronea, Filipo II de
Macedonia dominó toda Grecia, aplastó la independencia política de las
ciudades y forzó la creación de una confederación panhelénica, la Liga
de Corinto, bajo dominio macedonio. Después dela muerte de su hijo
Alejandro Magno en 323 y la subsiguiente desintegración del imperio
macedonio en reinos rivales, Grecia se convirtió en el campo de batalla
de la lucha entre las distintes cortes macedonias, que compitieron muy
intensamente por el control de las principales metrópolis, jugando con
sus rivalidades tradicionales. Para la mayor parte de las ciudades fue
imposible desafiar con éxito esas amenazas, por la insuficiencia de los
recursos locales para oponerse a los grandes ejércitos de los reinos
macedonios y a sus masivos sobornos. En la mayor parte de los casos se
vieron obligados a aceptar la subordinación política al reino que
predominara en cada momento.
Es en este escenario en el que
aparecen las primeras ligas helenísticas. Éstas tenían una esencia
distinta a las alianzas que hasta entonces habían conocido los griegos.
Al contrario que confederaciones anteriores de las épocas arcaica y
clásica, las ligas helenísticas se basaban en la cesión de parcelas de
soberanía por parte de las ciudades a nuevas instituciones comunes: una
asamblea federal -con poderes legislativos y judiciales-, un ejército
conjunto y un cuerpo de magistrados con poderes ejecutivos. Las ciudades
perdieron así parte de su tradicional independencia, aunque no su
individualidad. Este movimiento de federación, que surgió de forma
espontánea, posibilitó la puesta en común de recursos económicos y
militares, lo que dio a las nuevas ligas cierta capacidad de resistir
las ambiciones de los grandes reinos macedonios.
Los paralelos
con la Europa del siglo XX, esencialmente tras los desastres de las dos
Guerras Mundiales, son claros. Igual que en Grecia, los padres de la
unificación europea respondían con sus llamamientos a la constatación de
una posición de debilidad frente a los grandes colosos estadounidense y
ruso, y de que la fragmentación política de Europa condenaba a las
hasta entonces pujantes naciones europeas a un papel subordinado. Igual
que en Grecia, existía la idea, cada
vez más acuciante, de que las rivalidades nacionales, las guerras en
las que las naciones-estado europeas se enzarzaban desde los inicios de
la Edad Moderna, no hacían más que acelerar el proceso de dependencia
política, militar y económica. E igual que en Grecia, la unidad
supranacional fue vista como única salida.
La primera gran
confederación griega fue la Liga Etolia. Los etolios eran un pueblo
situado al norte del golfo de Corinto, considerado por los demás helenos
como semibárbaro. Amenazados directamente por el pujante poder
macedonio, estaban ya organizados como confederación desde mediados del
siglo IV antes de Cristo. Ésta se basaba en un ejército común, reunido
como asamblea dos veces al año, con un general único y un consejo
permanente que actuaba como gobierno conjunto. A partir de entonces se
convirtieron en un rival a tener en cuenta por el reino de Macedonia y
en una amenaza para el resto de los estados griegos. Los etolios temidos
como peligrosos piratas, penetraron hasta Grecia central, dominaron
Delfos –el gran santuario panhelénico– y su influencia llegó a alcanzar
el Peloponeso.
La Liga Aquea apareció en un contexto distinto. La
Acaya es la comarca situada en el norte del Peloponeso, en la costa
meridional del golfo de Corinto. La tradición, recogida por Polibio y
Pausanías, convierte a los aqueos en los restos del pueblo micénico,
empujado por los dorios hacia esa región en la época heroica. Según la
leyenda habrían mantenido una monarquía encarnada por los herederos de
Agamenón, descendientes de un tal Tisamenes, hijo legendario de Orestes.
Esto es especialmente significativo, pues parece indicar que los aqueos
se consideraron a sí mismos como los herederos del mundo micénico, y
que se sentían con derecho a reclamar el dominio de todo el Peloponeso
en nombre de Agamenón, que fue, de acuerdo con los mitos, el principal
soberano de toda la península. Bajo el reinado del último rey, Ogigo, de
fecha incierta, quizás a mediados del siglo VII antes de Cristo, el
reino fue atacado por los espartanos, que eliminaron la monarquía y
establecieron gobiernos locales dominados por las aristocracias
propietarias. Estas ciudades independizadas conservaron su relación
entre sí, y constituyeron una confederación sobre bases étnicas y
religiosas.
Esta federación se mantuvo relativamente aparte de
los grandes acontecimientos políticos de las épocas arcaica y clásica, y
guardó una neutralidad estricta apoyada en su posición excéntrica
respecto a los grandes centros de poder, incluso cuando los persas
amenazaron Grecia a principios del siglo V antes de Cristo. Conservaron
-quizás sólo algunas de las ciudades-, una cierta simpatía por Esparta,
pero cuando en 453, en el curso de la Guerra del Peloponeso, una flota
ateniense atacó el golfo de Corinto, los aqueos firmaron un acuerdo con
Atenas contra Corinto y Esparta. Esa alianza fue breve. A mediados del
siglo IV antes de Cristo, en los conflictos entre Esparta y Tebas, los
aqueos apoyaron sucesivamente a Esparta y, cuando Epaminondas invadió el
Peloponeso y derrotó a los espartanos, a Tebas. Está claro que la
capacidad de resistencia de Acaya era muy limitada y, aunque se mantuvo
neutral en las confrontaciones entre las principales polis griegas, se
vio obligada a doblegarse ante la fuerza cuando fue amenazada
directamente su área geográfica. Nunca fue tenida en cuenta por las
potencias en lucha, excepto como auxiliares o como campo marginal de
operaciones.
La invasión macedonia en el siglo IV antes de Cristo
cambió la situación. La monarquía macedonia, como poder imperial,
exigió un control total del territorio y la sumisión de los distintos
estados. Las ciudades aqueas, como el resto de las ciudades griegas,
tuvieron por tanto que aceptar guarniciones militares de los sucesivos
reyes macedonios. Algunas de ellas sufrieron incluso la aparición de
tiranos, aristócratas ambiciosos que buscaban el apoyo de los reyes
macedonios para hacerse con un poder personal en su ciudad. A principios
del siglo III antes de Cristo la situación en la zona tendió a hacerse
inestable, conforme los enfrentamientos entre los reinos se
generalizaron, y las ciudades se convirtieron en presas que cambiaban de
mano de acuerdo a los cambios de fortuna de los monarcas macedonios.
Pero
a partir de 285 el escenario se transformó de nuevo de forma bastante
brusca. Las muertes sucesivas de Casandro, Lisímaco y Pirro, y la
derrota de Demetrio Poliercetes ante Seleuco de Siria, dejaron al reino
de Macedonia sin monarca, sumergido en una guerra civil, y permitieron a
Grecia liberarse de la presión militar. En 273 Antigono Gonatas, hijo
de Demetrio, recuperó el control definitivo del reino, pero para
entonces había aparecido ya el germen de la moderna Liga Aquea. En 280
cuatro ciudades, Patrás, Dime, Tritea y Feras, situadas en el extremo
noroeste del Peloponeso, se habían federado en un estado unificado. Bajo
la advocación común del templo de Zeus Hamario, en el monte Panaqueo,
la federación se basaba en la igualdad de derechos entre las ciudades,
el rechazo a los tiranos y a los macedonios, y el mantenimiento de
regímenes que respetaran las libertades básicas. Elegían por riguroso
turno dos generales y un secretario, que dirigían un ejército y una
hacienda común junto a un consejo de diez miembros, los damiurgos
-designados por rotación entre las distintas ciudades-, con funciones de
gobierno en los asuntos federales. Una asamblea general, syncletos,
abierta a todos los propietarios de más de treinta años, era la
depositaria de la soberanía de la federación, pero sólo era reunida dos
veces al año, en primavera y en otoño, y estaba mediatizada en su acción
legislativa por los magistrados, que eran los únicos que podían
presentar mociones a votación. Existía otra asamblea, synodos,
compuesta por delegados enviados por cada ciudad para tratar los
asuntos cotidianos o urgentes, pero sólo tenía capacidad para decidir
sobre el asunto específico para el que era convocada, y estaba
supeditada a la corroboración de la asamblea general. Se trataba, por
tanto, una administración democrática, pero con un estrecho control por
parte de la aristocracia de las distintas ciudades, de acuerdo con el
principio de soberanía mixta defendido por Aristóteles.
En su
origen la Liga Aquea no pasó de ser una pequeña mancomunidad comarcal,
–que recuerda la formación del Benelux en 1943-1944, la unión de
Bélgica, los Países Bajos y Luxemburgo en medio de las tempestades de la
Segunda Guerra Mundial,– pero su constitución tuvo la suficiente
flexibilidad para hacerse atractiva a las pequeñas ciudades de los
alrededores, por su respeto a las leyes locales, la igualdad estricta
entre sus miembros y el mantenimiento de los regímenes oligárquicos,
música para los oídos de las aristocracias de las ciudades peloponesias,
diezmadas por décadas de enfrentamientos internos y guerras. La Liga
representaba la posibilidad de adoptar una estructura institucional
regular, que les permitiera romper el círculo vicioso de tiranías y
revoluciones y sus previsibles secuelas en forma de enfrentamientos
internos y exilios masivos. Muy pronto las ciudades circundantes se
fueron uniendo a la pequeña federación.
La Liga Aquea 280-251
En 275 Egio expulsó a su guarnición macedonia y solicitó su adhesión,
tomando rápidamente el papel de capital de la federación. Poco después
fue Bura, cuyo tirano fue depuesto y asesinado por Margos de Carinea, un
exiliado, la que entró en la unión. Margos fue el primer líder conocido
de la Liga Aquea, aunque no conocemos prácticamente nada sobre su
actuación política, fuera de su lucha contra los regímenes tiránicos y
los macedonios. El tirano de la propia Carinea, Iseas, sometido a fuerte
presión por la Liga, abdicó en ese momento y unió su ciudad a la
federación. Por la misma época entraron otras ciudades, como Leontio,
Pelene y Egia, todas de la zona norte del Peloponeso.
La
expansión de la Liga estaba inmersa en el conflicto que, por el control
de Grecia, enfrentaba a Egipto y Macedonia. Ptolomeo II de Egipto
sostuvo activamente, sobre todo con grandes cantidades de dinero, a los
partidos “demócratas” frente a los tiranos sostenidos por Macedonia. La
Liga Aquea fue, en último término, un triunfo de Egipto, que conseguía
así un poderoso punto de apoyo en la Grecia occidental. En 268 Ptolomeo
II respaldó la formación de una gran alianza de las ciudades griegas
contra Macedonia, dirigida por Cremónides de Atenas, en la que participó
la Liga. La guerra de Cremónides se inició en 266. La gran ventaja de
Antígono Gonatas, el rey macedonio, fue el control de Corinto, en
concreto de su acrópolis, el Acrocorinto, lo que le permitía mantener
separada a Atenas de sus aliados peloponesios. En 265 derrotó a los
espartanos frente a Corinto, con lo que la coalición peloponesia, de la
que formaba parte la Liga Aquea, se disolvió. A partir de entonces
inició el bloqueo de Atenas, que tuvo que rendirse en 262. La posición
macedonia en Grecia se había fortalecido. En 255 Ptolomeo reconocía en
un tratado el predominio de Macedonia en Grecia.
Precisamente en ese momento, en 256, los aqueos reformaron su constitución, nombrando un general único, el strategos,
en vez de dos, como habían hecho hasta entonces. Ese estratego era
ahora elegido por la asamblea general que se celebraba todos los años en
primavera. Su mandato duraba un año, y no podía ser renovado al año
siguiente, aunque sí de forma alterna. El primer elegido fue Margos de
Carinea. No hay duda alguna de que la derrota de Egipto causó un gran
temor. Había sido hasta ese momento, con su apoyo económico y
diplomático, un sostén fundamental para la causa de las ciudades
griegas. Su retirada puso a la Liga en estado de emergencia, lo que
explica la creación de un mando personal en la figura de su líder más
carismático. A partir de entonces la figura del general en jefe se
mantuvo hasta los últimos tiempos de la federación, lo que parece
indicar el éxito en la resolución de la crisis.
Un acontecimiento
inesperado alivió el apuro del Peloponeso, y por tanto de la Liga
Aquea. En 253 el gobernador macedonio de la fortaleza del Acrocorinto se
rebeló contra Antígono de Macedonia por sugestión de Ptolomeo II, nada
dispuesto a rendirse definitivamente. El paso de Macedonia hacia el
Peloponeso quedó de nuevo bloqueado. La Liga había sobrevivido a una
grave crisis, y los tiranos de las ciudades de la zona, hasta entonces
sostenidos por Macedonia, quedaron así nuevamente abandonados a su
suerte. Fue justo en esos tiempos cuando Arato de Sición, aupado al
poder en 251, como ya vimos en el capítulo anterior, solicitó el ingreso
en la Liga Aquea.
La Liga era por entonces una débil federación
de pequeñas ciudades, sin un gran papel en la política de la época, y
creada sobre unas bases étnicas y políticas a las que Sición, de origen
dórico, era ajena. Quizás el único paralelo contemporáneo que podamos
rastrear de la incorporación de Sición a la Liga es el de la
estrambótica unión franco-británica que, en mayo de 1940, planteó Wiston
Churchill. Como entonces, una amenaza exterior que parecía
irresistible, la supremacía macedonia en el siglo III antes de Cristo o
la amenaza de la Alemania de Hitler en el siglo XX, impulsó a un líder
político a aplicar soluciones desesperadas. La diferencia es que en 1940
la negativa francesa condenó el intento del premier británico a no ser
más que un lejano antecedente del ingreso del Reino Unido en el Mercado
Común Europeo. En 251 antes de Cristo la entrada de Sición en la Liga
Aquea marcaría la historia del Peloponeso, y quizás de Grecia, en los
siguientes cien años.
Plutarco no nos da en su biografía de Arato
ninguna indicación o pista sobre las causas de su decisión. Polibio,
más cercano a los acontecimientos, puntualiza que Arato “... desde el principio se había convertido en partidario apasionado de las instituciones de la Liga Aquea.” Estas se basaban, según el mismo Polibio, en la lucha contra la tiranía:
La política de los aqueos fue siempre la misma: conservar entre
ellos la igualdad de derechos y la libertad de expresión, luchar y
pugnar sin descanso contra los que, por ellos mismos o mediante tiranos,
querían esclavizar sus ciudades... la libertad y la armonía entre los
griegos eran la única recompensa que pedían por su esfuerzo, que siempre
ponían a la disposición de sus amigos. Polibio. 2.42
Dejando a un lado el entusiasmo de Polibio, que recordemos fue
magistrado de la Liga Aquea en su época, podría parecer que la decisión
de Arato se debió más a razones ideológicas que a la oportunidad
política. El pensamiento de constituir un marco político nacional para
las ciudades griegas, capaz de asegurar el orden interior y permitirles
resistir las presiones de las grandes monarquías helenísticas, se
desarrollaba desde el siglo IV antes de Cristo Sin duda la idea de un
movimiento de integración de las ciudades griegas estaba en el ambiente.
Grandes personajes, sobre todo atenienses, habían defendido el
establecimiento de una gran unión panhelénica bajo dirección de Atenas
durante el siglo IV antes de Cristo. Arato creció en ese ambiente
cosmopolita, en contacto con exiliados de todo el Peloponeso, por lo que
es muy creíble que ya desde su juventud la idea de colaborar en la
creación de una federación de ciudades griegas formara parte de sus
fantasías políticas.
Pero los aspectos ideológicos no pueden
ocultar el marco político inmediato. Un personaje clave en la decisión
de Arato fue Ptolomeo II de Egipto, que mantuvo siempre el interés en
oponerse a la expansión del reino de Macedonia. Plutarco nos informa de
que Arato recibió de él veinticinco talentos tras la entrada de Sición
en la Liga en 251. Poco después realizó un accidentado viaje a Egipto,
donde obtuvo los recursos económicos necesarios para mitigar los
conflictos internos de la ciudad. Los caudales obtenidos, ciento
cincuenta talentos, fueron distribuidos entre los ciudadanos
perjudicados económicamente por la vuelta de los exiliados y la
devolución de sus antiguas propiedades. Arato se aseguró así una
posición dominante dentro de su ciudad, y pasó a ser, por su prestigio
social y económico, por su éxito al desactivar la crisis interna y por
sus apoyos en el exterior, el líder indiscutido de Sición.
La
conexión diplomática era evidente. Hacia 246 se nombró a Ptolomeo III
Evergetes, el nuevo rey de Egipto, estratego de la Liga Aquea,
nombramiento honorífico sin valor real pero muy significativo de la
alianza entre los aqueos y la corte egipcia, a la que ya nos referimos
anteriormente. Arato lograba así un importante sostén exterior frente a
la presumible reacción macedonia, a la vez que eliminaba posibles
disidencias internas que sirvieran de apoyo o excusa para una
intervención macedonia en Sición. Ante esto Antígono Gonatas trató de
abrir vías de acercamiento a Arato, ya que Sición había sido, hasta
entonces, un bastión de la influencia macedonia en la zona. Es posible
que el contacto tuviera algún fruto, puesto que Plutarco pone en labios
de Antígono un encendido elogio de Arato:
... antes me miraba con indiferencia, y poniendo lejos sus
esperanzas buscaba la riqueza egipcia. Pero ahora, tras ver con sus
propios ojos Egipto, se ha pasado a nuestro bando incondicionalmente. Lo
tomo por tanto bajo mi protección, con la idea de servirme de él para
todo, y deseo que lo tratéis como un amigo. Plutarco, Arato 15
Es
obvio que Arato, enfrentado a la agitada diplomacia de la época, jugaba
a varias barajas, aproximándose a Macedonia sin perder de vista la
colaboración con Egipto. Arato esperaba su oportunidad, y con la
adhesión de su ciudad a la Liga Aquea contaba con conseguir recursos
para actuar de forma independiente. El poder económico y demográfico de
Sición, y su prestigio como gran centro urbano regional, le dio
rápidamente una posición predominante entre las pequeñas y provincianas
ciudades que hasta entonces integraban la federación. Pronto llegaría la
ocasión de usar en su propio beneficio esa fuerza renovada.
"Los demas capitulos de esta Historia, pueden seguirlos viendo en el mismo BLOG del Autor, para no quitarle el merito que compete por este Trabajo"... Sr. Viveros
Fuente:
http://greciafrentearoma.blogspot.com