Desde hace varios años , es posible observar un progresivo aumento de
farmacias alopáticas en nuestra capital (Santiago de Chile), en algunas
cuadras existen hasta tres o cuatro de estos negocios, pertenecientes a
grandes cadenas comerciales, que por lo visto ven en este rubro una
promisoria oportunidad de ganancias. Si bien también expenden productos
de perfumería, el grueso de sus ventas está en la venta de fármacos de
todo tipo, estimulada por una agresiva y competitiva publicidad en
medios de comunicación masiva, donde invierten millonarias sumas.
Es sabido que la población chilena adulta, tiende a automedicarse frecuentemente y la compra de un remedio, sustituye muchas veces a la consulta médica o psicológica. La medicina alopática, está orientada fundamentalmente a la supresión rápida de síntomas, hecho que cuando ocurre, es interpretado erróneamente por el paciente, como signo de curación de su trastorno o enfermedad.
Estudios científicos serios han mostrado un preocupante aumento de enfermedades de tipo psicológico, en la población chilena de ambos sexos, tales como ansiedad, stress, angustia, depresión, crisis de pánico, etc. Si bien hoy consultar con un psicólogo no es mal visto y un inequívoco síntoma de ?locura? como antes, el tratamiento preferido es la consulta psiquiátrica, por la posibilidad de obtener una receta, que alivie rápidamente el problema. Nuestra adicción a la magia de las ?pastillas? lamentablemente está siendo traspasada a nuestros niños y prontamente, cuando algún hijo presenta un comportamiento desadaptativo a nivel escolar, muchos padres aceptan consultar a un neurólogo, psiquiatra o neuro-psiquiatra infantil y comienzan a dar de lunes a viernes, una pastillita mágica, el ritalín u otro psicofármaco, que deja tranquila sus conciencias, al cumplir muchas veces con un requerimiento de la profesora jefe, quien como representante del establecimiento educacional exige dicha medicación, bajo pena incluso de expulsión o no renovación de matrícula al año siguiente.
Generalmente y siguiendo el patrón cultural nacional, la intervención llega sólo hasta aquí, no existe un exploración acerca del origen del problema, en muchos casos de tipo ambiental, social, familiar, psicológico, afectivo o emocional, y obviamente tampoco una intervención terapéutica adecuada, que involucre no sólo al niño sino que a su familia y al colegio en que estudia.
Así como la población adulta está presentando alteraciones psicológicas, ¿porqué no pensar que lo mismo está ocurriendo con nuestros niños?, mal que mal la mayoría de los grupos etáreos de ambos sexos desde la lactancia hasta la ancianidad, están inmersos en el mismo sistema brutal de mercado, que nos hace correr todo el día, para producir y comprar bienes de mercado cada vez más sofisticados. Vivimos en la era del dinero y la tecnología, ambos son los dioses más venerados, que no nos dejan tiempo suficiente para lujos tales como los afectos, el compartir emociones, los paseos en familia, las conversaciones al calor de la cocina; vivimos a ritmo de máquina, no al de seres humanos, por eso enfermamos. ¿Vale la pena que seamos un país más desarrollado, cuando el costo es la necesidad de administrar drogas lícitas a nuestros niños, la violencia, el alcoholismo y la drogadicción de nuestros jóvenes?.
Las características de una sociedad enferma son, incomunicación, soledad, necesidad insatisfecha de compartir con otros, falta de afecto físico y psicológico, poco contacto con la Naturaleza, vacío interior, además de altas tasas de obesidad, vivir acelerados en una ciudad extremadamente ruidosa y grande, con aire contaminado e inseguros, porque alguien puede querer robarnos los bienes que tenemos, además de matrimonios disueltos o en conflicto permanente, alcoholismo, drogadicción. Otro de los síntomas de nuestra sociedad enferma, es que aceptemos sin más cuestionamiento, drogar a una parte de nuestra población, inmadura, indefensa y sin conciencia, que recién inicia su proceso de socialización e incorporación al mundo.
Curiosamente, la mayor parte de los estudios que existen, hablan de las bondades del ritalín y otras drogas infantiles. En este momento, millones de niños en el mundo las consumen, engrosando las arcas de transnacionales farmacéuticas, que a su vez financian científicos que prueban nuevas generaciones de drogas, en los adultos del futuro. Si bien algunos niños que presentan trastornos neurológicos severos, pueden beneficiarse de fármacos especializados, la gran mayoría no los necesita y muchos niños que presentan exceso de inquietud o se distraen fácilmente, requieren de una intervención más inteligente, por parte de los adultos que son responsables por su bienestar, al menos explorando la causa del trastorno, antes de darles una pastillita que creen mágica.
En mis más de 20 años como psicóloga clínica, he visto resultados positivos con niños diagnosticados con Síndrome de Déficit Atencional, evaluando y tratando en forma individual a alguno de sus padres o a ambos, quienes en algunos casos presentan neurosis, trastornos de personalidad o patologías psicológicas, lo cual puede originar una riesgosa situación de violencia psicológica y física en el hogar, donde el niño es el sujeto más vulnerable.
Una intervención a nivel escolar con la profesora jefe, individualizando al niño y sus problemas y solicitando su colaboración en cuanto a un trato más amable y cariñoso, logra resultados a veces asombrosos. Si la situación no mejora, se debe analizar la posibilidad de un cambio a un Colegio más pequeño y personalizado, menos competitivo, no bilingüe, que baje los niveles de stress del niño, causados por una alta exigencia académica.
Cambios en la alimentación, eliminando azúcar blanca, alimentos chatarra y bebidas con colorantes preservantes y saborizantes, privilegiando alimentos naturales, verduras crudas, bajando el consumo de carnes con hormonas como el pollo, eliminando la Coca Cola, una bebida adictiva que los acelera, se logra bajar en un nivel importante la conducta hiperactiva.
En pequeños que presentan resfríos frecuentes, alergias, asma, o recurrentes enfermedades broncopulmonares, se recomienda evitar medicamentos con corticoides, como muchos inhaladores, tratándolos con homeopatía que es muy eficiente en estos casos. La homeopatía mejora el sistema inmunológico, evitando el abuso de antibióticos y trata el trastorno físico junto con el psicológico, en forma permanente y no sintomática.
Disminuir las horas que el niño pasa frente al televisor, computador y juegos electrónicos, evita saturar su sistema nervioso aun inmaduro, de energía electromagnética, contribuyendo a su dispersión, baja de concentración, irritabilidad y sueño intranquilo. No olvidar que por efecto de modeling, todo aprendizaje de contenido violento, va a ser reproducido en la vida real por niños, especialmente varones, que tienen un débil control de impulsos.
La práctica de actividad física no competitiva, al aire libre, en lugares seguros con áreas verdes, tales como caminar con una mascota, andar en bicicleta y practicar deportes como la natación y asistir a clases de yoga, generan endorfinas, evitan la obesidad y permiten un crecimiento más armonioso.
Finalmente, en este momento existen terapias complementarias tales como el Reiki y las Esencias de Bach, que recomiendo por lo exitosas y rápidas que resultan, como coayudantes en el tratamiento de problemas emocionales, ya que no son invasivas, carecen de efectos secundarios, y ayudan a equilibrar y armonizar la energía vital. Sin haber intentado al menos, algunas de estas intervenciones, me parece poco responsable, drogar a un niño con una dextroanfetamina, como el ritalín. Este psicofármaco, debe dejarse como última alternativa y NUNCA como la primera y única además.
La responsabilidad por el bienestar de nuestros hijos, alumnos y pacientes recae en nosotros como sociedad e individualmente en cada uno de nosotros, por ser adultos, con mayor experiencia de vida, capacitación profesional, inteligencia, información y madurez.
Una píldora no puede ser mejor, que nuestra capacidad para lograr bienestar y una mejor calidad de vida, para esos maravillosos seres, que son nuestros niños.
Escrito por: Esther Morales León.
Psicóloga Educacional y Clínica Infantil
Psicóloga Educacional y Clínica Infantil
Fuente:
ninosindigochile.cl
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